Las revelaciones espectaculares del periodismo de investigación caen en saco roto sin un movimiento político de base que presione para exigir cambios
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Las revelaciones espectaculares del periodismo de investigación caen en saco roto sin un movimiento político de base que presione para exigir cambios
En un artículo reciente sobre Barcelona, el periódico neoyorquino se muestra en sintonía con el relato canónico de la compañía californiana.
¿Han jugado las grandes compañías digitales norteamericanas con ventaja gracias a la legislación tecnológica de la UE? A este respecto, el caso de Airbnb resulta especialmente revelador.
La estrategia de Airbnb de presentarse ante las autoridades como socia de gobierno por la fuerza se ha visto reforzada gracias al largo idilio de la compañía con la Comisión Europea.
La agenda de reuniones de la Comisión Europea para la reforma de las leyes de Internet está siendo copada de nuevo por las grandes tecnológicas norteamericanas con Google a la cabeza. La propuesta sobre la mesa las tiene más en cuenta a ellas que a los consumidores, las ciudades o las propias empresas europeas.
La mentalidad de frontera electrónica, que entiende lo digital como un territorio sin ley, ha creado un vacío de poder que aprovechan las grades tecnológicas.
Una modalidad de alquiler dificulta hacer una foto fija de la situación de la vivienda. Los alquileres de temporada ni son alojamiento turístico ni suponen una vuelta al uso residencial —en el sentido de residencia habitual—.
En Australia, la polarización lleva el sello de dos hombres que saben sacarle partido: Rupert Murdoch y Mark Zuckergerg. Los equilibrios de poder en este tándem podrían estar alimentando allí a un movimiento antimonopolios que las autoridades de la competencia del resto del mundo observan.
Un repaso a lo duro que trabaja Airbnb por la concentración de la distribución del turismo en pocas manos, a ser posible, las suyas.
La asociación entre finanzas y tecnología no es del todo pacífica. El sector financiero tiene a veces que plegarse frente a las exigencias de sus patrocinados estrella, las grandes tecnológicas.
Con la financierización, las preferencias, motivos o prácticas de los mercados financieros se infiltran y se imponen sobre las economías nacionales o los otros sectores. ¿Se está avanzando hacia la financierización del turismo con Airbnb?
El coronavirus sorprendió a Airbnb en un momento de debilidad y a su directiva cuestionada internamente. Con las bolsas animándose inesperadamente en medio de una pandemia, los planes de una salida en 2020 se recuperaron. Un éxito sería la salvación para ganar tiempo y contener las críticas a un liderazgo con sombras.
La Comisión Europea está a punto de desvelar su Ley de Servicios Digitales, un ambicioso paquete de medidas para «preparar a Europa a para una nueva era digital». Lo que se sabe acerca de Airbnb, sin embargo, no parece especialmente alentador.
La administración estadounidense demanda a Google por abusar de su posición de dominio, mientras la UE se pone en forma para la era digital regulando las plataformas de Internet. Así es la nueva ola antimonopolios.
Surgida en los márgenes de la red, la alt-rigth o «derecha alternativa» pasó a ser un movimiento político en parte gracias a las plataformas digitales, especialmente, Facebook.
«Antes de tomar el poder y establecer un mundo de acuerdo con sus doctrinas, los movimientos totalitarios evocan un mundo de consistencia hecho de mentiras que es más adecuado a las necesidades de la mente humana que la realidad misma».
Los republicanos de los EE. UU. fueron pioneros en aplicar esta estrategia a los principales periódicos del país y ahora lo están repitiendo con los nuevos árbitros del discurso público: las plataformas digitales de contenido.
Ante el panorama de concentración de la economía digital en un puñado de grandes empresas, una corriente de opinión al alza propone que se vuelva a aplicar la legislación antimonopolio como ya se hizo en el pasado.
El decreto de la Generalitat que regula las habitaciones que se alquilan para turistas u «hogares compartidos» ha sido aplaudido por Airbnb y criticado en el ayuntamiento de Barcelona.
El avance imparable de la EdTech con la pandemia —las tecnologías para la educación tan convenientes durante los confinamientos— no deja de tener un reverso problemático.
En medio de una catástrofe —natural, sanitaria, social o bélica— es habitual que se cuelen políticas que en circunstancias normales serían más que cuestionables. El llamado «capitalismo del desastre» se ha activado durante la pandemia del coronavirus y las grandes tecnológicas están a la cabeza.
En su polémica con Twitter, Trump arremete contra la cláusula del «buen samaritano» de Internet, una ficción jurídica que ha contribuido a convertir en intocables a un grupo reducido de empresas.
Google y Apple avisan de «que viene el lobo de la vigilancia» mientras la practican erosionando la confianza en la democracia por el camino.
Los datos de la sanidad son la nueva frontera en el desarrollo de las inteligencias artificales. Con el coronavirus, Google y Apple toman posiciones para controlarla.